Se dice que la Covid ha servido para repensar el diseño. Gran cantidad de actividades, espacios y servicios se han rediseñado en pocos meses, desde nuevas circulaciones y movimientos hasta experiencias y hábitos, para adaptarse a una nueva realidad y entornos, tanto físicos como digitales.

En Diseñar para el mundo real (1971), siendo uno de los libros más leídos sobre diseño, Victor Papanek hacía un llamamiento a la inclusión, la justicia social y la sostenibilidad, temas de gran relevancia para el diseño actual, planteando el debate: ¿Cuál tiene que ser hoy el rol del diseño y de las/los profesionales del diseño para ser verdaderamente útiles a la sociedad? Siendo estudiante de Papanek, la diseñadora danesa Susanne Koefoed, en 1968, diseñó el primer símbolo internacional de accesibilidad cotidiana de muchas personas.

Un símbolo universal que 50 años después es difícil de superar pese a sus limitaciones. Indica que no deberíamos ocupar una plaza de aparcamiento marcada con ese icono, que hay un ascensor o un baño supuestamente accesible (aplicando criterios de Accesibilidad Universal, no llega al 10% los baños totalmente accesibles). Se entiende que un acceso marcado se extiende a, según la clasificación internacional del funcionamiento, de la discapacidad y de la salud, conocida como CIF, las 1.424 categorías que el marco conceptual de la Organización Mundial de la Salud recoge, y no solo enfocado a las personas con movilidad reducida. Como profesionales, sea cual sea nuestro campo de especialización –comunicación, producto, servicio, espacio, entornos digitales, etc.– lo ideal sería preguntarnos si nuestros diseños se adaptan a cualquiera de las 1.424 categorías, al menos considerar que la movilidad reducida representa menos del 20% y que el 80% representa a personas con visión baja o nula, percepción auditiva distorsionada o nula, lesiones cerebrales adquiridas, déficit de funciones cognitivas, trastornos del espectro autista, trastornos invisibles derivados de diferencias sensoriales, psicológicas o neurológicas, o personas con trastornos progresivos o regresivos, entre otras.

Aprovecho aquí para recordar algunos principios de la Accesibilidad Universal y que una estrategia de Diseño para Todas y Todos se refiere a las medidas que deben adoptarse:

  1. Flexibilidad en el uso. El diseño debe adaptarse a una amplia variedad de preferencias y capacidades individuales. Ha de ofrecer opciones en cuanto a los métodos de uso y ritmo de las personas usuarias.
  2. Uso sencillo e intuitivo. El diseño debe ser fácil de entender, independientemente de la experiencia, los conocimientos, las habilidades lingüísticas o el nivel de concentración de la persona usuaria. No se pueden concebir complejidades innecesarias o informaciones confusas poco eficientes.
  3. Información perceptible. El diseño debe comunicar a la persona usuaria la información necesaria de manera eficaz, sin importar las condiciones ambientales o las capacidades sensoriales. Usar distintos modos (gráfico, verbal, táctil) que consideren el contraste adecuado entre la información, la legibilidad de la información esencial y la compatibilidad con diversas técnicas.
  4. Esfuerzo físico y mental reducido. El diseño puede ser usado de manera eficiente y confortable, y con un mínimo de fatiga. Hay que minimizar las acciones repetitivas y la necesidad de fuerzas poco razonables para realizar diferentes acciones.
  5. Tamaño y espacio para su acercamiento y uso. Se debe proporcionar un tamaño y un espacio adecuados para acercarse, alcanzar, manipular y usar, sin que importe el tamaño corporal de la persona usuaria, su postura o su movilidad.
  6. Se dice que posiblemente sea la peor crisis sanitaria a la que nos hayamos enfrentado a lo largo de la historia. Será nuestra historia. Desde que Papanek cuestionó hace 50 años el rol del diseño, las/los profesionales del diseño que nos dedicamos a la búsqueda de soluciones para que nadie se quede sin acceder a un espacio, físico o digital, sin ser atendido, oído o comprendido, en definitiva, eliminando el máximo de barreras tanto físicas como cognitivas, nos llevamos un chasco.

¿Cuántos fracasos salieron a la luz? ¿Cuántas barbaridades se cometieron? Está bien improvisar, y a las personas que diseñamos nos encantan los entornos inciertos y lugares desconocidos, pero en ningún caso debemos renunciar a los principios de cualquier proceso de diseño. No debemos permitir(nos) la entrega de la solución menos mala, añadiendo un plugin, parcheando o saltando unos cuantos pasos sin haber siquiera prototipado o testeado la solución, y quizás lo más importante, no habernos hecho las preguntas de rigor: ¿quién puede tener un problema?, ¿qué puede impedir el acceso a lo que necesita?, ¿cómo se siente frente a lo que se le propone?, ¿qué apoyo o medida alternativa se podría ofrecer?, ¿estamos seguros de que nadie se queda fuera?

¿Cuántas personas no han podido acceder a servicios básicos y no tan básicos en estos últimos meses, físicos y digitales? Los sistemas sanitarios, sociales, financieros, políticos, asistenciales, educativos, informáticos, por citar solo algunos, no resistieron al envite. Y antes de la pandemia, ¿funcionaban? No, pero se parcheaba o se prometía. “En estos momentos no podemos atenderle, vuelva otro día”. La frase ahora es: “en estos momentos no se le puede atender, no sabemos cuándo podremos volver a atenderle”. Se echan balones fuera, se echa la culpa a otros. “Lo siento, pero nos obligan a...” ¿Quién es “ese” que nos obliga o no nos permite? O será que los sistemas no están correctamente diseñados. “En estos momentos todos nuestros agentes están ocupados, inténtelo más tarde”, nos suena, ¿no? A menudo se recurre a las leyes, normativas o protocolos. El protocolo dice que no, el protocolo dice que es imposible, el protocolo prohíbe, el protocolo excluye...

Cuando diseñamos, debemos por supuesto conocer dichas leyes, normativas y protocolos, ya que estipulan los mínimos a alcanzar, lo que nos obliga a, pero también lo que nos permite hacer ciertas cosas.

Debemos dejar a un lado los “imposibles” y los “no se puede”, eso sí, con un ojo puesto en las normas básicas, nos ayudarán a defender nuestras propuestas:

  • UNE 170001-1:2007 Accesibilidad universal.
  • Criterios DALCO para facilitar la accesibilidad.
  • UNE 170001-2:2007 Sistema de gestión de la accesibilidad.
  • UNE 170002:2009 Requisitos de accesibilidad para la rotulación.
  • UNE 170006:2003 IN Directrices de necesidades de las personas mayores y las personas con discapacidad.
  • UNE 41501:2002 Símbolo de accesibilidad para la movilidad. Reglas y uso.
  • UNE-ISO/IEC TR 29138-1:2012 IN Tecnologías de la información. Consideraciones de accesibilidad y necesidades de usuario.
  • UNE 139803:2012 Requisitos de accesibilidad para contenidos en la Web.
  • UNE 153101:2018 EX Lectura Fácil. Pautas y recomendaciones para la elaboración de documentos.
  • Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas.
  • Para más información o normas específicas, podéis enviar vuestra consulta a logel@praxxis.es.

Por qué no hay día que no nos encontremos con un “imposible”, “no se puede” o un “dedicaos a otra cosa”. Esos imposibles dejaron (y siguen dejando) a muchas personas fuera de la esfera pública, social, educativa, política o económica, por no conseguir el diseño, responsable, esa condición de accesibilidad teniendo en cuenta la diversidad en la funcionalidad de las capacidades humanas.

Por ejemplo, para las personas (97% mujeres) que se dedican a servicios domésticos y actividades relacionadas con el cuidado de personas en los domicilios, se adoptaron medidas durante el Estado de Alarma, al igual que los ERTE y otras ayudas. Sin embargo solo el 10% del colectivo se benefició de dichas ayudas. ¿Qué pasó? Muchas de esas personas no se enteraron y muchas otras no podían acceder o no supieron utilizar los servicios telemáticos diseñados para cumplir ese objetivo. Error del sistema.

¿Qué se entiende por accesibilidad?

Condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como los objetos, instrumentos y dispositivos, para ser comprensibles, utilizables y practicables para todas las personas en condiciones de seguridad y comodidad y de la forma más autónoma y natural posible.

Imaginemos unos escalones, 3 o 4 por ejemplo, para acceder a un espacio, edificio, comercio, zona de recreo, etc. Si queremos facilitar el acceso para subir o bajar con una maleta, un carrito de bebé o de la compra, un andador o una silla de ruedas, pensaremos en poner una rampa, ¿verdad? Con la normativa en mano, aplicando los porcentajes de pendientes, pasamanos, ángulos y giros, idearemos rampas que podrían competir en los libros de arquitectura con las mejores obras de Calatrava. ¿Y si hiciéramos el experimento de separar a la mitad esos escalones, dejando la otra mitad como rampa? Nos sorprenderemos al ver que la mayoría de la gente opta por subir por la rampa ¿Y si suprimiésemos los escalones y fuese solo una rampa? Todo el mundo podría subir o bajar sin problema.

Pero como nuestra imaginación busca siempre el “problema” y no la solución, diremos que en tal caso o tal otro es imposible. Así es, pero seguro que habremos solucionado el 80% de los casos. Pues bien, dediquémosnos al 20% restante, con creatividad. Eso sí, siempre siguiendo las fases de cualquier proceso de diseño, cooperando con expertos de otras disciplinas, y cumpliendo con los principios básicos de una buena accesibilidad, buscando un uso sencillo e intuitivo, adaptado a una amplia variedad de preferencias y capacidades individuales, evitando complejidades innecesarias o informaciones confusas, minimizando la necesidad de fuerzas poco razonables, y proporcionando un tamaño y un espacio adecuados para acercarse, alcanzar, manipular y usar, sin que importe el tamaño corporal de la persona usuaria, su postura o su movilidad. En definitiva, sin complicar más las cosas.