Pepe Barro diseña el nuevo Museo Ramón Cabanillas de Cambados
Pepe Barro es un diseñador al que le gusta tocar todos los géneros e incluso mezclar unos con otros. En casi cincuenta años de actividad profesional, el conjunto de su trabajo puede entenderse como una lectura de la Galicia que renueva sus señales de identidad, incorporando los lenguajes del diseño internacional.
Una entrevista de Irene García
Como profesional independiente, asociado en Grupo Revisión o desde 2013 en Barro Deseño, realiza algunos de sus trabajos más conocidos como la identidad gráfica de la Universidade da Coruña, los primeros «cuponazos» de la Once, la identidad gráfica de Turgalicia, la camiseta de la Selección Galega de Fútbol, la identidad y la web de la Real Academia Galega, el proyecto museológico y museográfico de la Casa de Rosalía de Castro, la identidad corporativa de Denodo (empresa de sofware big data), la identidad de Culturgal 2017 (feria de las industrias culturales), o los vinos Terra de Asorei (albariño y espumoso albariño brut). En 2019 diseña el periódico diario Nós, que sale a la calle el 2 de enero de 2020.
El diseño de identidad de empresas e instituciones, el diseño editorial o los proyectos expositivos, sobre temas de la cultura y la historia de Galicia, son campos en los que cuenta con gran experiencia. Con motivo de la inauguración del Museo Ramón Cabanillas en Cambados el pasado 3 de junio, conmemorando el 145 aniversario del nacimiento del poeta, profundizamos en su faceta de diseñador de proyectos expositivos.
¿Cómo te definirías como diseñador? ¿Piensas que has cambiado mucho desde tus comienzos?
Yo digo que soy un diseñador generalista, creo que nuestro país no está desarrollado como para especializarse, aunque ya hay gente de branding, ilustradoras con un estilo muy marcado, diseñadores web... y está muy bien. Pero a mí, de las cosas que más me gustan de la profesión es el cambio que se produce con cada nuevo encargo, cambia el cliente, el género y esto es refrescante, aunque a veces sea duro partir de cero, con la pantalla y el papel en blanco... Y esta querencia y los pros y contras de ella estuvieron ahí desde mis comienzos, peleando en ocasiones con mi propia sombra, poniendo más ambición en el encargo que los propios clientes, siempre tomando decisiones en el equilibrio del alambre, sin red.
Tu experiencia como profesional es muy amplia y siempre va muy ligada a la tierra en la que vives. Si tuvieras que destacar algún proyecto, ¿cuál sería y por qué?
La amplia y diversa experiencia viene un poco buscada y un poco por azar, pero ampliar los géneros en los que es posible trabajar fue en mí actitud, curiosidad y un reto. No debemos estar aburridos. La primeira pieza que elaboré fue un cartel para unas conferencias sobre Castelao en Santiago, en enero de 1973, fue un grabado en linóleo, técnica que comenzaba a conocer; no había cumplido los dieciocho años y aún no había ido a estudiar diseño. Desde el principio de los setenta conocí las letras de plomo, viví la llegada de la fotocomposición, casi la del offset, o Letraset, el montaje sobre papel o ya sobre acetato estralón, las repromaster, las fotocopiadoras que ampliaban y reducían y después las que lo hacían en colores, la selección de colores a mano o con escáner de tambor... Hasta los Macintosh primeros que conocí en 1987 y así continuamente, claro... La revolución permanente, que diría Trotski. Cambia la tecnología y deja huella en los trabajos, lógicamente, pero lo esencial es saber hacia dónde queremos ir. ¿Una carrera ligada al país decís que es la mía? Si trabajas aquí estás ligado a la sociedad en la que vives, es lo natural, pero si nos referimos a la cultura, sí que es cierta mi querencia por ese campo, desde pequeño siempre estuve ligado al activismo cultural y mis primeros clientes vinieron de ahí y aún vienen en buena parte. Pero si preguntáis porque soy diseñador y nacionalista quiero responder parafraseando a Cabanillas: porque soy de Pontedeume.
Últimamente estás muy implicado en el diseño de espacios expositivos, como el recientemente inaugurado Museo Ramón Cabanillas en Cambados. ¿Cómo afrontas ese proceso de trabajo concreto? ¿Sigues la misma dinámica que en cualquier otro proyecto de diseño?
Bien, yo ya tenía experiencia en este tipo de proyectos cuando recibí el encargo del Museo Ramón Cabanillas, precisamente por eso me llamó el concejal de Cultura de Cambados, en 2017, por entonces acababa de terminar y abrir al público la Casa de Rosalía en Padrón, totalmente remodelada. Mis primeiros proyectos en este género de exposiciones son de 1996, cuando en Grupo Revisión Deseño realizamos la exposición comarcal de Terra de Trives, integrando ya maquetas, vídeos, objetos, fotografías y textos, superando el proyecto museográfico Galicia & América, como quién dice un libro abierto, al estilo de los británicos libros ‘visuales’, que realizamos en 1992, también en el mismo atelier.
Abordar un proyecto como el Museo Ramón Cabanillas, en el que se dirige museología y museografía es complejo y a veces se demora años, porque es necesario elaborar un proyecto para poder presupuestarlo y saber de cuánto dinero estamos hablando. Después hay que buscar el dinero, no siempre un ayuntamiento, una fundación, dispone de la totalidad del presupuesto, y entonces hay que acompañar al cliente en el recorrido, argumentar necesidades y presentar planos con las principales ideas que se van a desarrollar. Y no es inmediato. Hay que tener paciencia, confianza en el cliente y firmeza. Es frecuente que tengamos que intervenir antes de que se realice la rehabilitación del edificio e indicar ya dónde y cómo queremos la iluminación, dónde poner tomas eléctricas, calefacción... Pero no hay dos proyectos iguales, quizás el más destacable sea para mí la Casa Museo Rafael Dieste en Rianxo, que empezaré a ejecutar en breve, aunque no sé cuándo, pero voy a trabajar sobre un anteproyecto elaborado de hace más de diez años en Grupo Revisión Deseño. En el año 2020 presupuesté aquel proyecto y hubo que buscar la financiación; ahora la cosa ya está encarrilada. Pero ¡cuidado!, la ambición intelectual del diseñador, absolutamente necesaria para garantizar la calidad y la frescura a un museo, centro de interpretación o casa-museo, puede ser un problema: frecuentemente queremos alcanzar resultados brillantes, sorprendentes, podemos soñarlos a la altura de los que se hacen en las grandes ciudades, pero ¡ojo!, nuestros presupuestos son los de la colonia. Esfuerzo, estrés, frustración, son los riesgos. Pero se pueden superar.
Tanto Rosalía como Cabanillas o Castelao son figuras fundamentales de la cultura y de la literatura gallegas y personajes históricos que tienen mucho que contar. ¿Cómo trabajas el contenido, el hilo conductor, de un espacio expositivo con figuras de este nivel como protagonistas?
En el caso del Museo Ramón Cabanillas la idea que estructura todo son unos versos del propio poeta de 1915, que vienen en el poema Encomenda, dedicado a su mujer: «Quero na lousa que me dé sosego // esta palabra que ten luz: poeta // e esta palabra que ten ás: gallego». Conocí estos versos en la lápida que tiene en el panteón del cementerio de Fefiñáns la familia Cabanillas. Aún ahora, en el Panteón de Galegos Ilustres, donde fueron trasladados los restos del escritor, están los tres versos. Esto me dio la idea de deconstruir el poeta en 12 palabras, que contaran Cabanillas en doce temas, dos palabras las pondría él, las otras diez fueron elegidas por consenso después de ponerlas en común con un grupo de especialistas. Esta idea organizó la gran sala del Museo en doce imágenes y doce vitrinas que responden a las doce palabras elegidas; en el centro situamos la mesa de trabajo de Cabanillas, conservada como legado familiar, sobre esa mesa se proyectan las doce palabras: «Poeta, galego, fe, familia, Cambados, fouce, ‘irmáns’, prelo, canto, escena, desterro, sempre».
Lógicamente también desmenuzamos la vida del poeta en una cronología ilustrada, como una galería de cuadros en un pasillo. En otro espacio clave, convertido casi en una capilla, se muestran la corona de laurel rosaliano con la que coronan al poeta en Padrón, en 1958, y la máscara fúnebre que realiza su amigo Asorey cuando muere el escritor, en 1959. Dos piezas muy emotivas que conservaba el Museo de Pontevedra. Son un punto de inflexión en el itinerario del pequeño museo, subrayado con la pieza musical simbólica cedida por el compositor Manuel María Veiga.
Yo creo que la mejor situación para abordar un proyecto de este tipo es poder intervenir en el diseño de la museología, es decir, en lo que se quiere contar, y después elaborar el diseño de la museografía, el cómo se cuenta, pero dependiendo de muchas circunstancias podemos necesitar la ayuda de documentalistas y, desde luego, de empresas de montaje que ofrezcan soluciones técnicas; por supuesto necesitamos colaboradores fotógrafos, realizadores de vídeo, y otras personas colaboradoras. También es cierto que los proyectos deben ser consultados, no solo con el cliente, sino también con especialistas. Aún así no es fácil discernir en qué fase surge una idea y cómo se realiza. Como quiere Manolo Gallego «o único método é a teima», como define el arquitecto el estado de obsesión en el que los proyectos se mueven y brotan en nuestra imaginación. Ni que decir tiene que el espacio debe ser un guante para la museología, que es necesario conocer el personaje, definir cuáles son sus claves y qué se conserva de él en archivos familiares, archivos institucionales, museos, etc.
Un diseñador siempre debe hacer intervenir la capacidade de análisis y de síntesis para ser quién de narrar y remozar al mismo tiempo el personaje, ponderando sus facetas, destacando las que interesen, pero ¡ojo!, cuidado con la museografía: siempre establece un sentido, induce una lectura. Yo procuro eliminar la simulación, atendiendo a lo que hay de cierto. Aún así es inevitable no influir involuntariamente, por ejemplo: «¡Qué alta era Rosalía!» Ahí va la exclamación de una visitante a la Casa de Rosalía. Venía a propósito de la reconstrucción de un vestido a partir de una foto de la escritora, pero el maniquí que nos cedieron era de talla alta y el vestido se hizo para ella; hubo que retocarlo. Incluso así, hoy no hay en la Casa de Rosalía ningún mueble de época que no hayamos verificado que pertenció a la familia de la escritora.
Cuando puedo soy yo mismo quién redacta los textos necesarios, pocos, con gancho, con alma o estrictamente informativos. Otras veces es necesario definir de antemano el espacio y hacer el encargo a los documentalistas, si tienen experiencia expositiva harán un buen trabajo, procurando eliminar lo que no es fundamental, renunciar a contar todo lo que se sabe es un proceso que siempre duele, pero debe ser así.
En proyectos expositivos es inevitable intervenir en el espacio, integrar nuevas tecnologías, seleccionar materiales, adaptar el lenguaje a los diferentes tipos de público, que sea accesible… ¿Sueles trabajar con profesionales de otros ámbitos?
Naturalmente es necesario actuar sobre un espacio: circulación, visibilidad, itinerario, señalización, textos, piezas clave, crear sorpresa, ponderar grandes y pequeños tamaños, iluminación, sonido… No hay que agobiarse, hay que tener colaboradores que vayan en la misma dirección, aunque los presupuestos, siempre escasos, tienden a convertir a los diseñadores en profesionales multiusos. Sea como sea, el diseñador siempre tiene que marcar el rumbo.
Ya he mencionado que es necesario pensar dos veces las decisiones que se toman, tendemos a pensar que nosotros mismos somos el público, pero hay muchos públicos, desde la gente del lugar, sensible a lo que se dice y cómo se muestra su tierra, hasta visitantes extranjeros, que puede haber, y que no solo requieren un cambio de lengua, sino también otro enfoque más esencial, con menos sobrentendidos... Normalmente yo opto por el monolingüismo gráfico, acompañando el proyecto de audioguías o códigos gráficos que remiten a un escrito o a un audio en otros idiomas. Hay también un público joven, que por propio interés o más bien por acompañar a los grandes quieren ver como el que más: las alturas deben estar estudiadas para permitir la participación de los más pequeños. No siempre se logra, pero hay que atender a todo. Lo que sí es bien difícil es poder integrar en un proyecto personas que hagan de guía, económicamente es casi siempre inviable. Debemos pensar en proyectos autoguiados.
Eres un gran divulgador del diseño en Galicia y trabajas para acercarlo a la sociedad también a través de publicaciones y artículos periodísticos. ¿Qué grado de conocimiento piensas que tiene la sociedad sobre lo que es el diseño y para qué sirve?
Esto es un trabajo que hago para mí, nadie me lo pidió. Pero sé que puede haber otras personas como yo, diseñadoras o no, a las que les interese la historia del diseño. También debo decir que la historia es parte de mis querencias, pero desgraciadamente descubrí tarde la escritura, una práctica con la que ahora disfruto, y hasta la generalización del acceso a Internet era muy difícil para mí acercarme y hacer consultas de artículos, revistas, archivos y bibliotecas. Claro que también tengo una cierta vocación de divulgación, de hacer la lectura de la imagen: constato, siempre que me intereso por un tema, que incluso en un país pobre como el nuestro, poco desarrollado, siempre surge algo de interés para, al menos, un público culto. Quizás también, sabiendo algo de nuestra historia en la comunicación visual, puede que los diseñadores podamos sentir algo de orgullo profesional. También es cierto que en ese ámbito hay muchas historias que contar. Mientras pueda trataré de acercar más madera, ¡ojalá os interese!
¿En qué punto piensas que se encuentra el diseño gallego con respecto a otros territorios o comunidades? ¿Cómo crees que debemos pensar el futuro como profesionales?
Estamos cada vez mejor. Quizás, desde la generalización de las tecnologías digitales han aparecido profesionales cada vez mejor formados y con más rigor, y a pesar de vivir en un país poco industrializado, en el que se producen pocos bienes de consumo, y contra el viento de las grandes ciudades, que siguen dominando gran parte del mercado que puede haber, contamos con un grupo de profesionales que en algún artículo he denominado como la «generación triunfante», porque han conseguido, no sin esfuerzo, instalarse y trabajar aquí con proyectos a veces brillantes. Son tantos y tan buenos, que a veces emigran y triunfan fuera. Claro que solemos ser críticos y queremos ensanchar los géneros de la profesión y nuestras áreas de negocio, y con nuestra ambición profesional, nuestros sueños son cada vez mayores. Ahí estamos.
Si queréis conocer algo más de su trabajo gráfico y visual:
- Vídeo resumen exposiciones: Saúde e Terra irmá(n)s!, Con-fío en Galicia, Galicia 100: cen obxectos para contar unha cultura (2016)
- Vídeo resumen proyecto Casa de Rosalía (2017)
- Libro: Máis que ver. Cen historias do deseño na Galiza. Edicións Xerais de Galicia, 2018
- Colaboración mensual Botar un ollo, no semanario Sermos de Nós diario
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